Acampando

Ah, qué bucólico suena…

¿O quizá no tanto?

Antes de que llegara el verano, aún en plena pandemia, nos dirigimos a Decathlon con la intención de renovar nuestro calzado de montaña.

Mientras avanzaba por el pasillo de entrada, me percaté de que todo lo relacionado con con la acampada se encontraba en ese inevitable lugar de paso. ¡Ay! Qué ataque de nostalgia… todas aquellas tiendas montadas a un lado y otro del pasillo. Qué ganas de escaparnos y volver a montar la nuestra en algún paraje montañero.

Pero claro… pensé, ¿te das cuenta? Esto ya no va a ser lo que era. La pandemia va a movilizar a mucha más gente hacia unas vacaciones diferentes, el afán por pasar el mayor tiempo posible al aire libre y aficionarse a la montaña va a masificar esos maravillosos entornos. Claro, que en todo su derecho, pero estábamos habituados a no encontrarnos apenas a nadie en determinados entornos. En fin, ya veremos.

Mis sospechas se materializaron antes de lo esperado. Me bastó alcanzar el pasillo del calzado, ver las estanterías vacías y el suelo con múltiples pares de botas y zapatillas de trekking desparramadas por doquier.

Media vuelta, otra vez será.

Imagino y secretamente deseo, (ains, que mala persona me siento) que muchos de los ávidos, llenos de ilusión y valientes aventureros no tardarán en desilusionarse. La estampa bucólica que nos dibujamos, no siempre se corresponde con la realidad.

¿Las razones?

Ya sea en un camping o por libre, para este tipo de experiencia hace falta ser de una pasta especial, o al menos tirando a joven🙃😜. Y es que no es oro todo lo que reluce.

Lo primero es montar la tienda. Las instrucciones siempre parecen de lo más sencillas, pero salvo que la tuya sea individual, un ratillo te va a llevar. A veces incluso aparecen «ayudantes» que no hay manera de quitarse de encima.

Mejor que no haga calor, mucho mejor. En mi caso, el montaje de la tienda suele ir acompañado de algunos efectos secundarios 😅

Después toca «amueblar» y sacar la cacharrería. ¡Qué bonito y ordenadito todo! Pues en unos 20 minutos y en lo sucesivo, mentalízate para adaptarte al caos, tierra, pajitas, hormigas, arañas y una ligera molestia en las lumbares.

El primer ratito dentro de la tienda siempre es una gozada.

Pero llega la hora de la verdad. En pareja es mucho más llevadero, pero llegar con niños o adolescentes no suele ser coser y cantar. Hay que repartir tareas. Hoy te toca a ti, mañana a mi, al otro a… a los de siempre, jeje. Y cuando llega el día de marcharse, los únicos que se resienten son ellos. Por el madrugón y porque son los que mejor se lo pasaron. Pues eso, prepárate a cocinar y a fregar como si no hubiera un mañana. Pon los bollitos y demás cosas apetitosas a buen recaudo si no quieres tener que volver al supermercado cada dos por tres y tráete un cargamento de Choco Krispies de casa, no sea que en el super del camping no tengan los originales 😂😂 ¡Ay, qué tiempos…!

Una vez superados aquellos entrañables años, vamos a la dura realidad:

Nuestros comienzos fueron con tienda prestada y sobre palets, aunque supieron mejor que el camping tradicional.

Vamos allá.

Hay que hacer compra sin olvidar que no tenemos la nevera de casa, tener en cuenta los alimentos perecederos y la bebida fría. Garrafas y garrafas de agua. Además de tener que cocinar con unos medios bastante precarios que nada tienen que ver con el confort del hogar.

Hay que fregar los cacharros, que no siempre queda cerca, cargarlos en un barreño con la esponja, lavaplatos y paño para secarlos, hasta los lavaderos. Para rematar, a la hora de más calor generalmente, pues dejarlos para más tarde puede suponer que tardemos bastante más en despegar todos esos restos secos al sol y probablemente llenos de hormigas o babosas.

Y llega la hora de dormir.

Si eres joven, probablemente dormirás a pierna suelta allá donde caigas, pero a medida que van pasando los años comienzan las pegas. El colchón está demasiado inflado, o demasiado poco, o necesitas una almohada extra. Si hace calor te aguantas, si hace mucho frío, quizá tengas que llevar una manta extra o una bolsa de agua caliente. Sí, sí… yo he llegado a llevarme hasta una manta eléctrica 😅. Bueno, ya te has acomodado, pero parece que no terminas de coger el sueño. Más allá alguien tose sin parar, un bebé llora, joer, el de la tienda de al lado ronca… y la pareja esa que comentaba lo tranquilos y lentos que montábamos la tienda, están borrachos como cubas y tienen una bronca de aúpa, que además parece que es rutina de día sí, día también. Cuando ya parece que te vas dejando llevar por Morfeo, un ruido te sobresalta ¿has oído eso? susurras. Pues bien. Las noches además de vecinos variopintos, están llenas de ruidos de ramas de árboles que mueve el viento y hojitas que caen sobre la tienda, de bolsas de plástico que cuelgan por aquí y allá, puertas de coches que se abren y cierran en busca de algo que falta, gatos o erizos en busca de restos de comida y… CREMALLERAS. Sube y baja, ahora entro, ahora salgo, ay, no, que me he dejado el móvil fuera, etc., etc. Las cremalleras son el sonido estrella de las acampadas.

Vale. Ya te has dormido. A las 4 de la mañana tu vejiga te despierta y resoplas. Noooo, ahora no… Durante el día no es problema desplazarse hasta los servicios, pero salir de la tienda en medio de la noche en camisón o pijama, linterna en mano y sobre todo si llueve o hace frío, no es NADA apetecible. Así que, en muchas ocasiones te verás dando vueltas en el saco sin decidirte a salir. Pero al final no queda más remedio… Mi chico se va a despertar de todos modos con el ruido de las cremalleras, así que con delicadeza le voy avisando. Tengo que ir al baño… Esto de paso sirve para que se espabile un poco y esté al tanto por si tardo más de la cuenta, porque pedirle que me acompañe sería bastante cruel 😜. Aunque en ocasiones así lo hizo de todos modos.

Bueeeeno, pues de nuevo en la tienda. Mañana nada de madrugar ¿eh?

¿Qué hora es? Las ocho. ¿Las ochoooo? No puede ser, hace mucho calor y el sol está pegando ya con ganas. Pues nada, que el sol nos acaba echando de la tienda.

Empieza la mañana, vamos a lavarnos un poco y a preparar el desayuno. Según lo idílico del lugar y la cantidad de gente, es el mejor momento del día. Vamos, que normalmente se te olvida la noche que has pasado. Y si tienes invitados a desayunar, mejor aún 😊

Vamos a las instalaciones donde están los aseos, duchas y demás, cepillo de dientes y neceser en ristre. El paseo hasta allí es, es… 🤔 … dejémoslo en un curioso Gran Hermano. Las estampas mañaneras son lo más. La intimidad del hogar desaparece. Pijamas, camisones, pelos revueltos, ojos legañosos y hasta rulos, todos en un peregrinaje hasta las instalaciones de donde saldremos con un aspecto medio decente. Y bien, aquello no siempre tiene el aspecto deseado. Las duchas no son tan confortables como en casa, a veces el agua no sale caliente. Calor agobiante concentrado de las duchas y secadores de pelo funcionando a tutiplén, lavabos llenos de pelos, restos de dentífrico, papel higiénico y demás lindezas. Todo lo que era intimidad en tu casa, se esfuma.

Bueno, ya estoy lista. Toca tender las toallas mojadas y entonces veo que está prohibido colgar la ropa o poner cuerdas de árbol a árbol. Bien, pues habrá que ponerlas en los respaldos de las sillas.

Hemos pasado por varios modelos de tienda de campaña y aunque las modernas son mucho más prácticas, de cuando en cuando toca hacer algún retoque, tensar los vientos o recolocar clavijas.

También hay que lidiar con los bichos, arañas, hormigas, mosquitos… 🐜🕷🐝 nada peligroso, pero sí a veces molesto.

Los saltamontes son llevaderos 😉

Tema a tener muy en cuenta son las lluvias. En más de una ocasión hemos tenido que levantar el campamento con urgencia, otras salir corriendo de la tienda para refugiarnos y cenar en el coche. Y alguna vez, vista la previsión del tiempo, nos hemos podido «mudar» a un bungalow o caravana. Recoger una tienda empapada y guardarla en el coche es algo que no recomiendo a nadie.

Y luego están las cuestiones de mantenimiento, bombillas que se funden, cartuchos de gas que se acaban, el bañador o el gel que te dejaste en las duchas y toca volver a por él, el colchón que pierde aire y no encuentras por dónde…

Esos madrugadores que se marchan a primerísima hora y vives desde tu cama en directo cada maniobra de desmontaje de la tienda. Abro una puerta, cierro otra, abro el maletero, lo cierro otra vez… y así hasta que te dan ganas de decirles si tienen algún problema en dejar las puertas abiertas mientras terminan de cargar.

¿Más cosas? Razones para reír también, muchas. Y desde el cariño, pero hay veces que es inevitable.

Nos queda recoger todo el último día. Aquí sí que reina el desorden. Por no hablar de la llegada a casa, limpiar todo en condiciones y poner las cosas en orden. Casi lo dejamos para mañana ¿no?

¿Estás preparado para esta aventura?

A lo largo de 30 años hemos disfrutado con gusto de todas estas «penurias». Y aún nos quedan ganas de repetir. Eso sí, nuestros favoritos son los meses de otoño en lugares poco frecuentados 😉

¡Oh!!! Pero si se me olvida lo más importante 😱

Pecado mortal número uno: las parcelas ajenas ni rozarlas, así que nada de atajar atravesando alguna para ir al WC.

3 comentarios en “Acampando

  1. Yo he empezado hace poco pero no vamos a sitios masificados o campings. Acampamos por libre a veces con el coche al lado que es lo más cómodo o haciendo travesía lo cuál significa cargar con todo trae muchos buenos momentos pero como tú dices hay que estar hecho de una pasta especial para viajar así. El paisaje y el entorno siempre es increíble, pero a veces hace frío, calor o mosquitos que te acribillan y la comida es un poco básica y limitada y la higiene bueno por suerte siempre suele haber un lago o un río cerca. También hay que llevarse muy bien con quién vas de acampada pues el espacio es limitado. Pero vale la pena.

    Woah 30 años yendo de acampada son muchos!

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